Isidro Fabela: pilar de la diplomacia mexicana
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Isidro Fabela: pilar de la diplomacia mexicana

Elsa Aguilar Casas
INEHRM

 

El 12 de agosto de 1964 murió Isidro Fabela, uno de los más destacados diplomáticos que ha tenido México y, sin duda, pilar de la política exterior mexicana. Fabela fue abogado, literato, catedrático, gobernador, historiador y analista internacional, es decir abarcó varios terrenos de la vida pública, pero su papel en el campo de la diplomacia dejó huella en los tribunales internacionales, pues supo aplicar, como pocos, la lógica jurídica en sus intervenciones en los estrados a los que asistió como representante de México.

   Nacido en Atlacomulco, Estado de México, hoy conocido como Atlacomulco de Fabela, en 1882, Isidro Fabela vivió en el seno de una familia de buena posición económica y de tendencia liberal. Llegado el momento, la familia se mudó a la Ciudad de México para que su hijo estudiara en las espléndidas instituciones escolares de la capital. Al ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria tuvo compañeros como Antonio Caso, José Vasconcelos, Alejandro Quijano, Alfonso Reyes y Genaro Fernández Mac Gregor, entre otros con quienes hizo amistad, y como maestros, sólo por mencionar algunos, a Juan de Dios Peza y a Justo Sierra. El ambiente de camaradería y de intereses compartido que se generó en los salones de clase se trasladó a otros ámbitos donde los entonces muchachos se reunían a tomar té y a leer versos, según cuentan Vasconcelos y Alfonso Caso, ya fuera en casa de los Fabela, de los Caso o de los Azuela, que vivían en la colonia Santa María la Ribera.

   Concluida la Preparatoria, el joven Isidro estudió en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde se tituló en 1908 con la tesis Reforma al Código de Procedimientos Civiles. Pronto comenzaron sus actividades como litigante en el despacho Cancino y Rivas, y luego en la afianzadora National Surety Company, pero la práctica del derecho no interrumpía su interés por las humanidades y por el quehacer cultural al lado de los amigos de la Sociedad de Conferencias, agrupación que abrió paso a la creación de una asociación que logró reunir a un selecto grupo de jóvenes dedicados a trabajar por la cultura y el arte: el Ateneo de la Juventud, de la que Fabela fue miembro fundador y fungió como secretario de Actas.

   Durante y después de la revolución maderista, el movimiento ateneísta logró seguir una marcha más o menos regular, pero se trataba de una revolución, y evidentemente cada uno de los miembros del Ateneo tomó posición ante los hechos y cada quien fue tomando un nuevo camino. Isidro Fabela apoyó abiertamente el movimiento de Francisco I. Madero, y concluida la revolución de 1910 inició su camino en la política: fue electo diputado por el distrito de Ixtlahuaca, Estado de México; luego fue colaborador en el gobierno de Abraham González, en Chihuahua.

   Tras el asesinato del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez tomó la decisión de sumarse al constitucionalismo, y de inmediato fue nombrado abogado consultor del Ejército del Noroeste, luego Oficial Mayor del Gobierno Constitucionalista de Sonora, que encabezaba José María Maytorena, y más tarde Oficial Mayor encargado del despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores del gabinete de Venustiano Carranza. A partir de ese momento, comenzó su carrera en los terrenos de la política exterior, justamente en un delicado momento de la historia de México, pues el país había vivido una invasión extranjera, el puerto de Veracruz estaba ocupado por fuerzas armadas estadounidenses. Recordemos el gobierno federal tenía por canciller al escritor Federico Gamboa, que fue quien se hizo cargo, oficialmente, de las negociaciones para lograr la desocupación del puerto, por lo tanto el papel de Fabela era fijar la posición del constitucionalismo ante tales hechos. Y así nació el diplomático.

   Resuelto ese conflicto, quedaba mucho trabajo por hacer, pues el primer Jefe, Carranza, tenía un plan de acción para llevar la voz del movimiento que el encabezaba a otras latitudes. En 1915 fue nombrado Embajador Especial en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, y entre las actividades más importantes que llevó a cabo estuvieron las de organizar el Servicio Exterior Mexicano, es decir a abrir o a reabrir embajadas y legaciones cumpliendo además con la misión especial de dar a conocer “la verdad de México y del constitucionalismo”. Él era el responsable de las relaciones diplomáticas no de un gobierno establecido, sino de un movimiento revolucionario.

   Llegado el año de 1917, cuando Carranza tomó las riendas del país de manera oficial, el Senado de la República ratificó su nombramiento como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en aquellos países sudamericanos. Es decir, era un hecho ya que su camino estaba en la diplomacia, y pronto cruzaría el Atlántico para hacer lo propio en Europa; tarea nada sencilla si se recuerda que no pocos gobierno europeos habían apoyado al gobierno del general Victoriano Huerta. En 1919 fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España y al año siguiente en Alemania, pero apenas se enteró del asesinato del presidente Carranza presentó su renuncia a tales cargos.

   Durante nueve años permanece alejado de la política exterior, instalado en el país se dedicó a dar clases en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, a colaborar como periodista en periódicos, ejerció la política en su estado y también ocupó parte de su tiempo a escribir algunos de sus libros. Pero con la llegada de los sonorenses al poder cambiaron muchas cosas y para él, que era fiel al legado constitucionalista, no fue fácil adaptarse a las nuevas circunstancias y, además, se le vedó la posibilidad de participar en la diplomacia, y si a eso se le suma su participación en la rebelión delahuertista, resulta sencillo comprender por qué se vio obligado a abandonar el país y exiliarse, pues no hallaba acomodo en el nuevo régimen.

   Al final de esa década regresó a México, y pronto retomaría su quehacer diplomático al ser nombrado juez en la Comisión de Reclamaciones México-Italia, a partir de entonces vendrían nuevos encargos, grandes retos en los tribunales internacionales. La experiencia que Fabela adquirió al paso de los años lo llevó a representar al país en importantes escenarios. En 1937 el presidente Lázaro Cárdenas lo nombró representante ante la Liga de las Naciones.

   Hablar del trabajo de los diplomáticos parece rimbombante, como si tuvieran grandes privilegios y prebendas, pero no todos ni siempre es así, y para muestra basta considerar la situación política mundial de gran tensión en la que el abogado mexiquense asumió esta nueva tarea: la invasión de Italia a Etiopía en 1935, la injerencia fascista en España en 1936 y la amenaza de una nueva guerra mundial. En ese ambiente se instaló el abogado mexicano en Ginebra, y su trabajo destacó por su defensa del gobierno republicano español y por su crítica a la injerencia de Hitler y Mussolini en un asunto que concernía sólo al pueblo español; también porque denunció la ocupación alemana a Austria, y por la defensa de China ante la invasión japonesa.

   La defensa en el caso de España marcó un hito. El 29 de marzo de 1937 el Delegado Permanente de México, Isidro Fabela, dirigió al secretario general de la Liga de las Naciones una nota, dada a conocer a todos los Estados miembros, por la que censuraba al llamado Comité de No Intervención que funcionaba en Londres, el cual impuso “privar a España de la ayuda a que, de acuerdo al Derecho Internacional, el gobierno legítimo de ese país tenía derecho a esperar de los Estados con los cuales mantiene relaciones diplomáticas”. En el discurso pronunciado el 20 de septiembre de ese año, el jurista mexicano puntualizó las ideas del gobierno mexicano frente al conflicto español, reiterando el repudio al Comité de No Intervención.

 

Queremos creer que el espíritu que guió la creación de organismos extraños a la Sociedad de las Naciones, como el Comité de No Intervención, fue inspirado por el deseo de evitar una conflagración mundial, que pudo haberse desencadenado, según se afirma, si se hubiera aplicado el Pacto al pie de la letra. Pero, en primer lugar, creemos que al iniciarse la intervención extranjera en España, si en vez de ignorar la realidad se hubiera aceptado aplicar rigurosamente las sanciones que la intervención merecía, ésta hubiera cesado y la Liga, defendiendo su estatuto constitutivo y los principios inalienables del Derecho Internacional, habría alcanzado un resonante triunfo. En segundo lugar, en vez de afirmar que se ha evitado la guerra en Europa ¿no sería más justo decir que se prolongó en España y se aplazó en el resto de Europa?

 

 

 

 

 

 

 

   El desempeño de Fabela fue tan brillante, que es considerado como uno de los mejores momentos de la diplomacia mexicana, pues hizo frente a países militarmente poderosos teniendo como único recurso la autoridad moral.

   Interrumpidas por un tiempo sus gestiones diplomáticas para ocupar el cargo de gobernador del Estado de México, demostró que también sabía gobernar, y procuró que su gobierno fuera civilizado y respetuoso de las leyes. Hombre de mundo y con visión a futuro, impulsó la economía, dio facilidades para que se creara la zona industrial de Tlalnepantla, propició la cultura y la educación en todos los niveles escolares, otorgó la autonomía al Instituto Científico y Literario del Estado de México y, entre otros temas a destacar, promulgó la primera Ley Protectora de Animales que hubo en el país.

   De vuelta a la diplomacia, en el año 1946, fue propuesto por el gobierno mexicano para ocupar un sitio en la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya. Cuando se propuso como miembro, de inmediato recibió el apoyo de China, de países latinoamericanos y, en general, de aquellos países a los que había defendido en la Liga de las Naciones. Es decir, no se trataba de un representante más, sino que el mexicano era ya un diplomático conocido y reconocido en el mundo. Su labor en esa instancia internacional concluyó en 1951. Y podrían seguir mencionándose otras misiones diplomáticas en las que representó a México, como la Conferencia del Trabajo, la Tercera Conferencia del Caribe, o la International Free World Association de Nueva York, pero la lista es larga, y aunque en 1952 decidió retirarse a la vida privada y se dedicó a escribir, diez años después se hizo cargo de una misión diplomática especial en Japón.

   Forjador de la política internacional mexicana que logró ocupar los puestos más altos a los que cualquier diplomático puede aspirar, don Isidro Fabela murió en Cuernavaca, Morelos, a la edad de 82 años. Sus ideas con relación a los problemas de solidaridad entre las naciones han quedado de manifiesto en sus obras, donde plasma su posición revolucionaria y antiimperialista. En sus libros Los Estados Unidos contra la libertad y Las doctrinas Monroe y Drago, por ejemplo, Fabela claramente dejó ver su espíritu iberoamericanista. Comprendió el peligro que significaba para los pueblos de América Latina la actitud hegemónica e intervencionista de una potencia que considera al continente americano como su traspatio o su propiedad. Además de ese legado ideológico, también dejó como herencia a los mexicanos su hermoso casa de San Ángel, conocida la Casa del Risco.

Última modificación:
  Lunes 20 de junio de 2022 14:43:52 por


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