Dolores del Río (1904-1983)
Ana Salinas Alverdi
Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México
Imagen: Dolores del Río, ca. 1955. Archivo Gráfico de «El Nacional». Fondo Personales, Sobre 2604 (076). Secretaría de Cultura-inehrm-fototeca
“Siempre he sido gente de trabajo, de lucha constante, que, a pesar de mi edad, nunca me ha gustado ver hacia atrás, sino invariablemente hacia el futuro, hacia delante.“
Dolores del Río-Entrevista a Félix Zúñiga, Novedades, 1983
Nacida como Dolores Asúnsolo López Negrete, un 3 de agosto de 1904 en Durango. De buena familia, sus padres fueron Jesús Asúnsolo, un banquero de respetada reputación, y Antonia López Negrete, una aristócrata de gran linaje. Pasó sus primeros años en la Hacienda de La Concepción, hasta que, una vez estallado el conflicto armado de 1910, su madre huyó con ella a la Ciudad de México para escapar del ejercito villista en la región.
Su madre, estaba emparentada con Francisco I. Madero, por lo que una vez establecidas en la capital ambas se integraron a la vida política de la ciudad. Mientras que su padre, huyó a los Estados Unidos y las alcanzó hasta 1912.
Dolores pasó su adolescencia con una educación tradicional, propia de las jóvenes pertenecientes a la elite mexicana; se le enseñó francés, baile, inculcándole los preceptos necesarios para ser una buena esposa y madre. Para 1920 conoció a Jaime Martínez del Río, un joven de buena familia, con propiedades en el norte de México y España con el que contrajo matrimonio. Los siguientes dos años la pareja viajó por Europa de luna de miel. Para 1922 se asentaron un tiempo en las tierras de la familia de Jaime en Durango, y aunque intentó sacarle provecho una sequía terminó por arruinar el rancho de los Martínez del Río, por lo que terminaron trasladándose a la Ciudad de México.
A inicios de 1925, tanto Dolores como Jaime asistieron de forma regular a distintos encuentros sociales de la élite capitalina. En una de estas reuniones conocieron al director estadunidense Edwin Carewe, quien se encontraba visitando México para hacer negocios y disfrutar su luna de miel. Carewe quedó encantando por la joven duranguense, y les ofreció a ambos probar suerte en Hollywood auspiciados por él.
La pareja se aventuró a probar suerte en una industria cada vez más poderosa y competitiva, pero, sobre todo se aventuraron a una vida sin las expectativas propias de la clase conservadora mexicana. Para finales de 1925 Dolores ya se encontraba interpretando un papel secundario en el filme Joanna que Carewe dirigía. Además, la joven dejó el apellido Asúnsolo y tomó el de su marido para ser conocida como Dolores del Río, nombre con el que fue reconocida toda su vida.
Muy pronto le llegó su primer protagónico en la película What Price Glory?, de la mano de Raoul Walsh. A este primer filme se le fueron sumando otras producciones que terminaron por otorgarle fama dentro del cine silente estadunidense. Desgraciadamente, a la par del éxito cosechado, su matrimonio se rompió, terminando con el divorcio de la pareja en 1928.
La figura de Dolores en Hollywood se nutrió de la “exoticidad” de sus rasgos, que contrastaron con las demás actrices emergentes de los Estados Unidos. Además, el apoyo de Carewe fue constante, y le permitió aventurarse a firmar un contrato de colaboración para filmar una decena de películas. Sin embargo, la prensa los involucró sentimentalmente, y Del Río terminó por cortar toda relación personal y laboral con él.
A partir de la década de 1930, Dolores tuvo que adaptarse al cine sonoro. Aunque para algunos el cine “parlante” era una novedad banal y efímera, pronto quedó demostrado que el nuevo formato llegó para quedarse. Para la duranguese adaptarse a esta nueva forma de filmar resultaba muy complicado, ya que en el cine mudo tuvo distintos requerimientos actorales, más cercanos al teatro. Y no menos importante, el público estadounidense no terminó por aceptar a los actores y actrices que no dominaran el inglés.
El inicio de esa década también significó para Dolores el comienzo de una nueva relación y su segundo matrimonio, ya que desde el incidente con Carewe empezó a frecuentar a Cedric Gibbons, director artístico de Metro Goldwyn Mayer Studios.
Desgraciadamente, ni el nuevo inicio de su vida personal y amorosa, así como el trabajo invertido por la actriz para adaptarse a los nuevos requerimientos del cine, terminaron por rendirle frutos. Las películas más “memorables” que filmó durante esta década fueron “Flying Down to Rio”, “Paloma”, “Madame du Barry” y “Wonder Bar”, aunque su participación se encontró muy relegada a papeles secundarios u opacados por sus coprotagonistas.
El golpe que terminó por alejarla de Hollywood fue su encuentro y posterior romance con Orson Welles, que pese al matrimonio de Dolores terminaron por establecer una relación en los momentos críticos de su carrera como director. La prensa la criticó duramente, y la situación terminó con su segundo divorcio en 1941.
Dolores regresó a México después de terminar su relación con Welles en 1942, y así como su salida del país fue criticada por la prensa mexicana, su regreso fue muchísimo peor. Sin embargo, para suerte de la duranguense, previamente existieron acercamientos con productoras para filmar como protagonista en películas mexicanas, por lo que muy pronto terminó por integrarse al equipo de Emilio “El Indio” Fernández, Gabriel Figueroa y Pedro Armendáriz. Con ellos filmó dos de las películas más representativas del Cine de Oro Mexicano: “Flor Silvestre” y “María Candelaria”.
Los años cuarenta la vieron renacer y convertirse en un mito nacional. Gracias al cine del “Indio” Fernández, que se encargó de construir una estética sobre lo “mexicano”, logró que Dolores y sus personajes se insertaran como una mujer bella pero partida por la tragedia. Estos papeles le terminaron por abrir las puertas al mercado europeo ya que obtuvieron el reconocimiento en el Festival de Cine de Cannes.
Aunque su trabajo en México estuvo muy unido al del “Indio” Fernández, la ahora “diva Del Río” se aventuró a trabajar con otros directores como Fernando de Fuentes, Alejandro Galindo, Ismael Rodríguez, Julio Bracho, entre otros. Siendo uno de sus trabajos más recordados el filme “La otra” de Roberto Gavaldón, papel que respalda su camino como actriz y como una mujer con madurez artística.
Durante la década de 1950, Dolores se alejó cada vez más de las pantallas cinematográficas, además contrajo terceras nupcias con Lewis A. Riley, un productor de teatro, con quien inició su etapa teatral dirigiendo muchas de las obras en las que participó Dolores en las últimas dos décadas de su vida.
Los años entre 1960 hasta su fallecimiento en 1983, Dolores regresó esporádicamente a las grandes pantallas con producciones estadunidense, mexicanas, españolas e italianas.
Tal vez el mayor aporte en esta última etapa de su vida vino de la mano de la militancia sindical contra el releccionismo y cacicazgo de Jorge Negrete en la Asociación Nacional de Actores (ANDA). Dolores junto a otros compañeros actores y actrices pelearon por el mejoramiento de las condiciones laborales y el aumento de los sueldos. Además, fue destacada su participación en la fundación de estancias infantiles de la ANDA, así como una casa para el retiro digno de actores y actrices.
Dolores del Río falleció el 11 de abril de 1983, después de muchos años del deterioro de su salud, dejando tras de sí un legado artístico invaluable para nuestro país.
Jueves 11 de abril de 2024 16:25:29
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